miércoles, 16 de julio de 2008

Guía de turismo urbano de aventura

La urbe cruceña abre grandes posibilidades para el desarrollo de la industria sin chimeneas, pero con humo de automotores.
El vertiginoso crecimiento del parque automotor y la consiguiente crecida en la demanda de combustibles ofrece oportunidades inmejorables para someter a los pulmones a duras pruebas, especialmente en las calles que son rutas de micros a diésel.
Es muy fácil internarse en esta jungla, donde se puede apreciar todo tipo de especímenes; desde los depredadores de cebras y pasos peatonales hasta los brutos que tienen pegada la mano a la bocina.
Aborde cualquiera de las líneas y comprobará que siempre pasan por los mercados más saturados. En estas zonas podrá ver cómo le arrancan parte de la oreja a su vecina de asiento desde fuera de la ventanilla.
Para no perderse la emoción puede colgarse unos pendientes llamativos, así no será simple observador u observadora.
Los policías estarán escondidos en lugares estratégicos buscando sus propias presas. Generalmente inocentes motociclistas a los que les incomoda el casco, porque es casi seguro que no tendrán licencia, placa ni Soat. Otros agentes estarán vigilando que se respeten las luces del semáforo, aunque las rotondas se conviertan en un pandemónium.
Si se detiene a mirar, conocerá la otra faceta de los choferes del servicio público y de los particulares. Se sorprenderá de la cantidad de gestos obscenos y palabrotas que reproducen.
Haciendo lance a vendedores ambulantes hallará espacios para caminar en las aceras, o por lo menos cerca de ellas. Si ve alguien corriendo con un celular en la mano, no será por una llamada urgente.
Viva esa incríble experiencia simulando contestar una llamada. No sabrá en qué instante aparece un lince y se lo quita. La impotencia es parte de la diversión porque ningún transeúnte interrumpirá ese mágico momento.
Dejando atrás los mercados y su bullicio, puede poner a prueba sus dotes atléticas para cruzar los anillos de la ciudad. Dispone de fracciones de segundo para decidir si es el momento de llegar a la acera opuesta. Una vez en la calzada, todo puede pasar, menos usted.
Claro que nunca faltan esos bichos raros que ceden el paso al peatón y arruinan todo. Puede usted devolver gentilezas mandándolos a buena parte, con voz o con señas.
Si logra sobrevivir a esta experiencia y quiere más, no se pierda la recomendada en la siguiente edición. Nosotros apoyamos el turismo y no discriminamos.