miércoles, 9 de octubre de 2019

Versión aumentada. Siete, ya no seis.


Kit de sobrevivencia para periodistas que viajan con Evo


La oportunidad anunciada por el presidente Evo Morales y que no podrá darse en 500 años o más no se puede desaprovechar. ¡Un viaje con el líder supremo! ¡El sueño de todo periodista!
Como todo viaje ansiado  y deseado con el alma, los y las afortunadas requieren un kit básico con estos elementos y condiciones, algunos indispensables y otros opcionales que pueden hacer aún más llevadero el inmenso privilegio de acompañar, sí, acompañar, imagínese usted, al presidente en sus viajes de trabajo, sí, trabajo.
Se adjunta gráfico con ejercicios de posturas corporales básicas para tan delicada función. Se ha eliminado electrónicamente la corbata al modelo, no vaya esto a causar un enojo al presidente.

1. Un buen diccionario, o App de expresiones áulicas y zalameras para aderezar los contenidos propagandísticos, pseudoperiodísticos en los que se mencione al líder supremo. Aquello de “majestuoso”, “incomparable”, “iluminado” o “maravilloso”, pueden resultar cansinos o, incluso, cortos, limitados para el gusto y necesidad del mandatario. Indispensable.

2. Habilidades especiales y certificadas en el arte y ciencia del atado de cordones (watos) acompañadas de destrezas no menos cualificadas para percibir en fracción de segundo aquella necesidad primaria en el líder supremo. Contraindicaciones: Si acaso el alabado amo optase por usar mocasines y con ello se diluyera la ansiada oportunidad para mostrarse aún más serviles, al menos se puede pasar un paño para sacar reluciente brillo en el que pueda reflejarse su penosa dignidad de reportero a rastras. Indispensable.

3. Un listado de términos vedados, aquellos que jamás de los jamases tendrían que llegar a oídos del mandamás, como corrupción, narcotráfico, abuso de poder, clientelismo y similares, que bajo ninguna circunstancia tendrían que usarse ni siquiera pensarse. Indispensable.

4. Capacidades genuflexas en niveles de experto y maestro, con experiencia de ejercicio laboral en entidades estatales como ministerios y direcciones para escribir, hablar o aparecer en video por encargo y con guiones preestablecidos y nula capacidad de pensamiento o reflexión. Certificado de sumisión legalizado por el sindicato local. Indispensable.

5. Conocimientos básicos de lengua nativa para poder interpretar saludos o hasta colocar estas voces en las del líder supremo, que debe aparecer genuino y amado por sus súbditos. Opcional, porque no faltará el funcionario que pueda suplir esta necesidad, o hacérsela recordar con discretos codazos.
6. Alarmas de despertador eficientes y fiables para horas de madrugada. De preferencia con tonadas marciales. Indispensable.
7. Condiciones atléticas óptimas y reflejos de arquero de selección con camiseta azul para no estorbar el paso del supremo amo en caso de tropezar delante de él y así ahorrarle la molestia de tener que empujarlo.  


lunes, 28 de enero de 2019

Ejercicio democrático o ejercicio gimnástico


Participar en procesos electorales solía ser un ejercicio democrático, imperfecto, obligatorio, pero se suponía perfectible. El elector depositaba su voto y dependiendo de sus expectativas y preferencias festejaba o se lamentaba cuando la autoridad electoral publicaba el resultado  si es que  las encuestadoras y los medios de información, incluso con herramientas rudimentarias, no se le habían anticipado. Con el advenimiento de la proclamada revolución democracia y cultural, esta participación directa se está transformando en ejercicio gimnástico. Veamos por qué.
El sentido de votar, que es emitir un voto en una elección o consulta, le da al ciudadano la posibilidad de expresarse de modo libre y secreto. Es la máxima expresión de la voluntad popular, incluso con todas sus imperfecciones. Sin embargo, este acto consciente y deliberado pierde significado cuando la decisión que debería corresponder a las mayorías ya está tomada por anticipado y desde la minoría ínfima del poder.

De ese modo, y por efecto de las prohibiciones y previsiones como la restricción de la circulación vehicular, el ejercicio democrático lamentablemente se convierte en apenas un ejercicio gimnástico. ¿Hay que ir a votar? Vamos temprano, antes que se formen colas. Esperemos que baje un poco el sol. Aprovechen chicos, saquen las bicicletas.
Así fue el año 2011 cuando se convocó a Elecciones Judiciales. Una burda pantomima electoral, obligatoria, de paso. La amplia mayoría votó nulo y blanco, pero se impuso la minoría para posesionar a un grupo de funestos magistrados que dieron muestras de su incompetencia y obsecuencia al poco tiempo de ser posesionados, sainete que se repetiría corregido y aumentado el año 2017.

Tanto afán para votar, si los elegidos ya estaban atornillados en los cargos. El año 2016 la mayoría democrática negó en un referendo la posibilidad de que los actuales mandatarios vuelvan a repostular, (lamentando la inevitable redundancia) en las elecciones generales de 2019, pero un puñado de aquellos acomodados por la ínfima minoría determinó lo contrario.

Tenía algo de razón el candidato García Linera cuando señaló que las elecciones primarias servirían para mostrar la musculatura de los partidos. La gimnasia más reciente confirmó las sospechas. Elector fue convocado apelando su más profundo sentido democrático para que vaya a elegir a los elegidos despilfarrando 27 millones de bolivianos y quién sabe cuántos más en propaganda oficial y movilización oficialista. Al final, empujaron a unos cuantos incautos. Forzudo el oficialismo. Campeón de la halterofilia para torcer el brazo a la mayoría. Dudoso mérito el de la revolución democrática y cultural que primero capitalizó las imperfecciones para acceder al poder y luego devaluó el voto hasta lo inimaginable. ¿Para qué sirve votar? ¿Tiene sentido subvencionar un Tribunal Electoral? Pongan un gimnasio y ya.

martes, 2 de octubre de 2018

Haya Corte de los Pueblos



Casa Grande del Pueblo, 2 de octubre de 5 mil y tantos tantos
Señores
Haya Corte Internacional de Justicia
Países Bajos, Europa Colonial

Estimados hermanos jueces:

Lo siento mucho, pero no puedo entender. He estado revisando el fallo que escuché personalmente en persona con mi nutrida (con comida marina) comitiva y siento que hay algo que no cuadra y seguro por eso se llama fallo, porque hasta ustedes saben que no está bien.
Me dirijo a ustedes que son tribunal internacional de justicia para que hagan justicia. No puede ser, estimados hermanos jueces, siento que todo lo invertido, la bandera gigante, los carteles, la campaña, todo, pero todo, no La Haya servido de nada.
He perdonado al Tuto y al Mesa, igual que al Rodríguez Veltzé de los misiles. He suspendido las inauguraciones desde el sábado, hasta he compartido con los hermanos periodistas y toda la fiesta estaba lista, no puede ser que hagan así si el hermano Papa Francisco me ha dicho que estaba de acuerdo.
Estoy muy decepcionado, porque los hermanos jueces siempre me han escuchado y como no sé a quién quejarme, me dirijo a ustedes con la esperanza de que escuchen al pueblo, porque yo soy el pueblo.
Siento que no hay justicia. Me están pidiendo cuentas, que cuánto se ha gastado, como si eso fuera lo mas importante.
Por eso he decedido crear la Corte Internacional de Justicia de los Pueblos. Tenemos una sede nueva donde puede funcionar y los jueces también, que vienen recomendados del TSE. Le meto nomás.
Eso nomás quería decirles,
                                                                              (FIRMA)

martes, 20 de febrero de 2018

El cake



Por esas cosas de la vida me tocó pasar mi cumpleaños número 36 en La Habana. Ya llevaba una semana en la isla y fui sorpresivamente agasajado por la profesora y los condiscípulos cubanos y de otros países latinoamericanos del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. No sé cómo, pero los anfitriones hasta resolvieron el cake.
Resolver es un verbo común en Cuba. Se escucha más como resové y aplica para lo inexplicable, desde parar la olla, hasta mantener funcionando los almendrones Ford, Chevrolet o Buick de la posguerra. Resolver es lo que hacen en su cotidiano hace muchísimos años, casi tantos como los que pasaron desde que adoptaron el cake.
Hice entrañables amigos en esa época y algunos resuelven las dificultades para mantenerse en contacto, al principio por carta y correo aéreo (sí, de ese con estampillas) y luego muy tímidamente vía Internet, no porque no deseen hacerlo mejor. Imagino lo que sortean para publicar en Facebook al nieto en su fiesta infantil y su cake.
Procuro corresponder y no dejo de estar al tanto de lo que allí ocurre, siempre contrastando la información de los medios oficiales con la de blogueros independientes y en caso de extrema necesidad, con la de los columnistas cubano (norte) americanos del Herald. Así compruebo que casi todo sigue igual. Que la enorme bandera cubana que compré como recuerdo está tan guardada que ni sé dónde, porque sacarla sería lo último que haría en estos tiempos de impostores, de destructores de utopías, y de amistades salvadas por el cake.