El maestro
Tito Kuramotto ha causado roncha con su pizarra de docente universitario al
cuestionar el llamado arte conceptual y de paso a quienes se conceptualizan
como artistas en esa modalidad, o como estudiantes de arte, y palabras más,
palabras menos, los invita a abandonar la carrera.
Por lo menos la
pizarra quedó ahí y no se supo de que haya sido borrada o retirada por la
fuerza, al estilo del descontrol social de la Municipalidad que arremetió
contra las pizarritas de unos alegres vecinos que, con todo su derecho, cuestionan
la llamada gestión municipal y de paso a quienes se conceptualizan como
“constructores de la ciudad”.
El punto es, si
tiene que decir algo, dígalo con una pizarra. Puede que se la arrebaten los
quitacanastos o los ganapanes, no importa, el efecto ya está logrado. Si logra
sacudir la modorra artística autocomplaciente, también. Bienvenido sea el
debate y el uso de cualquier soporte. Si la pizarrita resulta molesta, que se
contraste con ideas y no con la brutalidad tan característica de quienes al
estar faltos de razón recurren a la fuerza, aunque puede que sea mucho pedir.
Obviamente
a Kuramotto le ha llovido de todo, especialmente desde el anonimato, y en la
larga noche de museos el público vio toda clase de arte y muy a su pesar, su
pizarra también podría ser considerada obra de arte. Las pizarritas arrebatadas
a los vecinos probablemente a estas horas estén ofreciendo “almoerso” o “lotes
en Urubó”.Fb