Una acertada campaña para prevenir el cáncer de cuello uterino se llama Yo me amo. Yo me amo es también una iniciativa para concienciar a las mujeres
jóvenes y lograr que cambien la concepción que tienen sobre ellas, así como para
prevenir la violencia de género.
Si un exitoso programa televisivo eliminara la elle inicial que cada vez
se pronuncia más como ye, tampoco quedaría mal porque la autoestima de sus
participantes –los que cantan y los que opinan- es tan evidente como lo es aprovechar
la retreta municipal para que el alcalde se ventee en la plaza con su escudo de
gendarmes y vecinos a sueldo.
Amarse no está mal, mucho menos en estos tiempos de crisis existenciales
y de conflictos de interés que nos llevan a mirarnos más torcido que antes y
hasta a cuestionar los nombres de escuelas públicas, porque cuando es
conveniente somos Estado laico, por ejemplo para determinar feriados laborales
y mandar cartas para pedir apoyo al papa en El Vaticano, y en otros momentos no
tanto.
Así, el presidente, que suele tomar con mucha seriedad los asuntos religiosos
y familiares, ha dicho que su próxima hija se llamará Kurusa Yawi. Cómo se
llamará la mamá o qué opinará ella sobre la decisión, parece no importar mucho,
en el marco de la descolonización, porque ahora nos enteramos que los dos
nombres del mandatario son originales, casi tanto como el citado programa
televisivo que este columnista por amor propio se niega a nombrar otra vez.