Entre los muchos mensajes que uno se traga al estar detrás de un
vehículo de transporte público o alguno sospechosamente nuevo están “Tu envidia
es mi progreso” y “Trabaje y no envidie”, muy apropiados para este feriado laboral,
que es cuando los que trabajan son los menos, porque los del MAS están haciendo
trabajar a sus parientes como un acto de justicia, por ejemplo en el ministerio
ídem.
Los envidiosos que nunca faltan, porque los que faltan son los responsables
de las compras con sobreprecio, no entienden que la lucha contra la pobreza
encarada por el Gobierno empieza en casa (en la de ellos) y cuando no pueden
dar más pegas en (nunca mejor dicho) reparticiones del Estado, obligan a los
privados que todavía se animan a tener empleados a que les suban el salario y
vean cómo se arreglan después, porque si hay despidos la responsabilidad del
Ejecutivo está salvada por escrito.
La saludable práctica del lavado de manos, tan útil para alejar graves
enfermedades y responsabilidades de esta época, no puede estar categorizada
como trabajo, sino como un hábito, como habitual se está haciendo que los telenoticieros
despierten la curiosidad juvenil sobre juegos peligrosos o se empeñen en enseñar
técnicas para cubrir o robar cámaras de vigilancia en su esforzada labor de
ayuda a la delincuencia. Finalmente, los que seguirán pegando calcomanías de la
envidia, pese a quien le pese, serán los suertudos con pariente masista acomodado.