Los productores de un programa televisivo de escándalos deben estar
saltando en una pata agradeciendo la publicidad gratuita que han conseguido en
estos días de lastimeros testimonios, a costa de preciosos megas de los
usuarios en redes sociales, haciendo menos divinas a nuestras criollas
celebridades y mucho más famosos a sus detractores.
Un penoso efecto búmeran tan previsible como indeseable. Qué más quieren
los escandalosos que se hable de escándalo, felices de victimizarse, que les
den pie para hablar de censura y de libertades y de derechos.
Igual de lamentable resulta el llamado para que los auspiciadores dejen
de publicitar en la televisión basura, como si la categorización de contenidos de
dudosa calidad dependiera de sus gustos personales o como si los publicistas no
supieran dónde está la audiencia, o que le digan a la gente qué mirar y si es
más o menos importante el detalle de la boda de uno de los futbolistas más
famosos, o de las zancadillas que tan prematuramente se están colocando las
candidatas al Miss Bolivia.
Las
celebridades a escala global cargan un lastre y es un poco el precio de la
fama. Si en el cotidiano se habla de tanta corrupción, de compras con
sobreprecio, ahora también en la televisión estatal, y en los arbitrajes del
fútbol, lo menos que se espera es que los propios y bien ponderados artistas y
presentadores locales estén metiéndose esos autogoles tan feos.Fb