martes, 9 de marzo de 2010

Abogando por el diablo, en Unitel

Intenté, sin mucha fortuna, debatir hoy en el aula sobre el programa Abogado del diablo emitido la noche del lunes 8 por la red Unitel. Apenas dos estudiantes de Derecho lo habían visto a medias y la conclusión a la que llegaron fue que el candidato Rubén Costas es un mal orador. Coincidieron en que es un líder que no sabe expresarse. De las tres entrevistadoras y el único entrevistador de la noche sólo recordaron a las dos que se trenzaron en una discusión mientras el candidato las contemplaba con vergüenza ajena.

Volviendo al aula, estaban todos y todas convencidos y convencidas de que quienes formulaban las preguntas eran abogado y abogadas. Sus colegas en el futuro. Indagando hasta lo máximo, no recordaban nombres ni trayectoria aparte de la del candidato. Entonces me preocupé.

Me preocupé por mi colega y compañera. De lucha, de vida. La única periodista estaba fuera de lugar en ese circo que bien podría llamarse Abogando por el diablo.
Fui más allá e intenté buscar otras percepciones, como recomendó el candidato Costas mientras rehuía responder. De entre los que vieron completo el programa y los que se pasaron las dos horas con el control remoto y optimizaron su teledependencia con dos, tres, cuatro y quizá más opciones periodísticas y de otra índole en la misma franja horaria, llego yo a la conclusión de que debemos salvar a los periodistas de la trampa que implica someterse a un programa con un esquema nada periodístico.

Puede que el formato sea atractivo y dinámico, pero no es periodístico y cuando un periodista se meta en él, llevará siempre las de perder.

Dudo que Maggy, al finalizar el programa, mientras se retiraban los micrófonos y se apagaban las luces en el set, haya quedado tranquila.

Los que sí estaban en su lugar y posiblemente con mucha satisfacción eran las otras dos “abogadas” (Susana Seleme y Betty Tejada), el “abogado” (José Mirtembaum), el candidato y la gente de la producción de la televisora porque dijeron misión cumplida.

Trataré de ser más claro. Me di cuenta que nada bueno debería esperar cuando de entrada se hace gala de tanta familiaridad e intimidad con el bonachón candidato. En ese momento Costas tomó el control de la situación y no lo soltó hasta lo último, incluso con la promesa de que las preguntas sueltas serían respondidas a domicilio. Tuteándose, riendo sus bromas, ya no se sabía quién era el interpelado.
Malicioso, como suelo ser cuando veo la política televisada, pienso en lo peor para no llevarme sorpresas. ¿Por qué el escurridizo candidato aceptó estar en el programa, si no estuvo en el debate organizado por la Federación de la Prensa, ni en el foro de la Utepsa? ¿Qué lo animó? ¿Sabía que abogarían por él, como ocurrió finalmente?

Es que nunca podrá ser periodístico un formato en el que las personas etiquetadas como “abogados del diablo” deben defender posiciones que no creen, o presentar ante un interlocutor un argumento contra la posición en la que sí creen, sólo porque son “abogados del diablo”. Ahí estaban los esfuerzos de Seleme por salvar las papas y decir que no se debería perder de vista al enemigo principal… ¿el voto? Y a Tejada, arañando para poder decir algo sin que se evidencie su militante parcialidad. Mirtembaum, igual que Maggy, se quedó sin respuesta a su única pregunta y por si fuera poco, para poner el punto final, les piden que emitan un veredicto de jueces cuando la audiencia ya los había juzgado a todos.

Si los candidatos se toman la licencia y estudian muy bien a dónde se van a meter, ¿no deberían hacer lo propio los periodistas invitados para que avalen programas ajenos? Quienes no ejercen el periodismo no tienen nada que perder, nosotros sí.