Está anunciado
el estreno de Los Siete Magníficos, que recicla un título de 1960, memorable
película de vaqueros inspirada a su vez en la producción japonesa Los Siete Samuráis
(1954). Lógico que se trata de vaqueros con revólveres y muchos tiros, no de
los que arrean vacas y las engordan para la Expocruz. Se juntan unos cuantos
malos, casualmente siete, para que hagan cosas buenas. El argumento vende casi tanto como usar sofás
como toallas.
El siete es un
número cabalístico. De otro modo no se entendería la expresión “la gran siete”
o se le quitaría personalidad al Mata siete, uno de los enterrados en el
panteón de los herejes de Buenavista. Hay un nudo de seis calles, pero se llama
Siete Calles. En fin.
Si se tuviera
que producir una versión propia de los siete magníficos, la primera gran
dificultad sería la selección de los personajes. Ya ni siquiera están los más
piropeados de la feria, salvo que se los busque en la feria de Alasita.
¡Autoridades, miren a las autoridades! ¿El alcalde? Capaz que siga chupando
medias. ¿El vicepresidente? Dice que está endeudado hasta el coto. ¿El
presidente? Ni siquiera es dueño de su rodilla. ¿El gobernador? Cuidado, por
ahí lo despiertan. ¡Miren hacia otro lado, miren a la gente productiva! No
pues, seamos serios. ¿Dónde se ha visto película buena con gente así?
Parece
que nos vamos a conformar con Las Magníficas. Eso de juntar malos para que
hagan cosas buenas sólo es para el cine.