lunes, 25 de septiembre de 2017

Comentando titulares


Hay feria o ¡Ay! la feria





Con filas que envidiaría la propia Apple para la venta del nuevo Iphone o que podrían competir con cualquiera de las que se forma cada vez más temprano para conseguir ficha en dependencia pública, los visitantes empezaron a recorrer la feria exposición de Santa Cruz, la más todo.
El sacrificio vale con tal de poder preguntar al pariente o allegado, con aire triunfal, ¿y vos, ya fuiste a la feria? No importa si lo único que se va a llevar a casa sea el clásico paquete promocional de galletas, los juanetes adoloridos y el recuerdo de la picardía -en el sentido más cruceño- ora del taxista que quiere salir de pobre en unas cuantas noches, ora del cuidador de espacios en la vía y jardineras públicas que no se responsabiliza por ningún vehículo, ora del encargado del parqueo que cotiza su tarifa como en Tokio.
Los negocios se multiplican adentro y afuera como nunca en el año y en la ciudad de Santa Cruz y en todos sus municipios dormitorio se habla de la feria porque no es solo vitrina comercial, sino también social, como un grupo abierto de Facebook en espacio real, con seres de carne y hueso, en realidad más carne que hueso, porque los ejemplares bovinos tienen de mil kilos para arriba, compartiendo sus “Me gusta” y tan revueltos como el que saldrá con las galletas y el que se irá con su cero kilómetro, aunque ni tan cero porque algo tuvo que andar para llegar a la muestra. En suma, hay feria, o si prefiere, ¡Ay! la feria.
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Terminando juntos





Una modelo puso la cara y su nombre para expresar el sentimiento que otras guardaron por pudor o simple criterio y ha generado un farandulero debate, mucho más comentado que ministro anunciando que la Policía dejaría de atender atracos por temor a las críticas.
La joven de marras lamenta la publicitada irrupción de una menonita, tan boliviana como ella, en el competitivo mundo del modelaje y con altísima expectativa en la vitrina más importante, es decir la Expocruz, y su envidiosa osadía le ha merecido réplicas y sugerencias de toda índole, algunas incluso más furiosas que las que merecería el funcionario público chantajista.
Le caen con todo porque defiende, desde su perspectiva e interés personal, el campo laboral amenazado, tal como lo hacen de modo cotidiano otros gremialistas en bollo y afectando el interés público hasta las últimas consecuencias. Lógicamente es imposible justificar a la modelo, pero la están lapidando mientras en otros ámbitos están ocurriendo cosas peores.
Hay mucha intolerancia y, está claro, no es precisamente bueno el ejemplo que dan algunas autoridades que se supone racionales, pero actúan como mocoso caprichoso con unos berrinches tanto o más ridículos que el de una ciudadana ejerciendo su libertad de expresión, como este columnista, que tras 224 semanas en este espacio le pone punto final a su penúltima entrega hablando de figuritas y titulando como en su primera vez.
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lunes, 11 de septiembre de 2017

(Des) encuentro en el alba





Zigzagueantes, más de lo habitual -quizá por efecto del alcohol- en los pasos peatonales imaginarios del cuarto anillo en la zona noroeste, algunos de los asistentes al concierto de los Ángeles Azules sorteaban vehículos de bajo y alto tonelaje conducidos por quienes empezaban de la peor manera su jornada laboral en día hábil y se (des) encontraban con los que rayando el alba estiraban al máximo la anterior.
Vecinos malhumorados expresándose en redes sociales porque, independientemente de sus preferencias musicales, fueron atormentados en sus horas de descanso al extremo de que si alguno se estaba rindiendo por el sueño ya bien entrada la madrugada, tuvo nomás que despabilarse porque estalló la pirotecnia, esta vez opacada por el humo en lo visual, pero intacta en su poder auditivo, para cerrar con broche de hojalata una presentación esperada y nunca mejor dicho, esperada.
Puede que los vecinos sean pocos considerando la zona, pero de todas maneras el reventón literal existió y como suele suceder en los asuntos de la minucia espectacular, ya que de espectáculos se trata, después del pataleo virtual y el comentario ocasional, estos y otros angelitos, especialmente si se tiñen del azul de la impunidad, reiterarán su acción más temprano que tarde.
Una multa, por simbólica que sea, ayudaría a los promotores de espectáculos a respetar normas mínimas de convivencia y de paso preservar el buen nombre de sus artistas, sean de color que fueran.
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