Zigzagueantes, más de lo habitual -quizá por efecto del alcohol- en los
pasos peatonales imaginarios del cuarto anillo en la zona noroeste, algunos de
los asistentes al concierto de los Ángeles Azules sorteaban vehículos de bajo y
alto tonelaje conducidos por quienes empezaban de la peor manera su jornada
laboral en día hábil y se (des) encontraban con los que rayando el alba estiraban
al máximo la anterior.
Vecinos malhumorados expresándose en redes sociales porque,
independientemente de sus preferencias musicales, fueron atormentados en sus
horas de descanso al extremo de que si alguno se estaba rindiendo por el sueño
ya bien entrada la madrugada, tuvo nomás que despabilarse porque estalló la
pirotecnia, esta vez opacada por el humo en lo visual, pero intacta en su poder
auditivo, para cerrar con broche de hojalata una presentación esperada y nunca
mejor dicho, esperada.
Puede que los vecinos sean pocos considerando la zona, pero de todas
maneras el reventón literal existió y como suele suceder en los asuntos de la
minucia espectacular, ya que de espectáculos se trata, después del pataleo
virtual y el comentario ocasional, estos y otros angelitos, especialmente si se
tiñen del azul de la impunidad, reiterarán su acción más temprano que tarde.
Una multa, por simbólica que sea, ayudaría a los
promotores de espectáculos a respetar normas mínimas de convivencia y de paso
preservar el buen nombre de sus artistas, sean de color que fueran.Fb