En la lista de “regalos”
septembrinos se acomodó coqueta la jornada dedicada a la serenata, tradición europea
que más que extinguirse en la ciudad se ha transformado con los años y, como
bien apuntaba el historiador Carlos
Cirbián, incluso recién llegada ya estaba cambiada por el simple hecho de que en
el pueblo los balcones siempre fueron escasos.
La serenata no necesariamente
anticipa un festejo y suele ser bien recibida, incluso si resulta poco o
bastante desorejada para el resto de la audiencia involuntaria. La más popular
de las serenatas a Santa Cruz se monta hace varios años por iniciativa de Pippo Galarza en una pasarela sobre la laguna
del parque El Arenal, escenario donde ahora también se presenta a la reina del
Carnaval. No interesa que en este caso el anticipo sobre la soberana haya
tenido lugar en un acto público en Estados Unidos porque un inocente comparsero
olvidó la existencia de redes sociales cuando hizo el importante anuncio
extraoficial.
El Día de la Serenata se inauguró
simultáneamente en cinco sitios estratégicos y fue muy oportuno hacerlo con
bulla porque algunos jóvenes hasta podrían jurar que los únicos serenateros son
los disfrazados de mariachis que después del trajín por el Día de la Madre
esperan con ansias, como casi todos los músicos, hacer el agosto en septiembre
con todos los pretendientes que se declaran enamorados de Santa Cruz.Fb