jueves, 4 de diciembre de 2014

Charango



Se habían robado el charango y no se pudo achacar a los chilenos -porque se puso de moda culpar a los peruanos- ni tampoco a una Paloma. 
Ocurrió la madrugada del martes pasado, en la zona del Siete Calles, y la víctima fue María Juana, que no es precisamente una dama. 

El hecho habría ocurrido entre las cuatro y cinco de la madrugada, en la hora fatal para cualquier guardián callejero, o mejor dicho sereno, porque es cuando el sueño suele vencerlos tras haber luchado doce, o quién sabe quizá 23 horas, hasta el cambio de turno y es, justamente, la hora del sereno.

El charango estaría llorando, más que de costumbre, pero no tanto como su dueño, Marco Antonio Veizaga, que de dormir con él con los años, unos ocho, pasó a dormir en el auto.  Como el garaje del hotel estaba al coto, como casi todos los garajes cruceños, auto y charango pernoctaron en la vía pública, y los que se lo llevaron, después de hacer añicos una ventanilla, lo vendieron, dicen, en 200 bolivianos a una casera del mercado Abasto.

¿Dónde estuviste charango? ¿Quién te manipuló, quién te hizo llorar? ¿Será que tu llanto y el de Marco Antonio lograron tocar el corazón del que te localizó, sea en primera, segunda o tercera mano? Ahora que te recuperaron para que te siga tocando el que debe y nos alegremos todos, ¿no le pedirás que le componga una cancioncita al verdadero Fanático, más que los del nuevo videoclip, para agradecerle y para que nunca más te dejen a la intemperie?