El miedo a los
payasos tiene nombre científico y si se pronuncia rápido puede sonar a otra
cosa; se llama coulrofobia. Este banal asunto está de moda porque se reportan
varios incidentes con payasos de terror, en un anticipado y prolongado
Halloween. En el terrorífico recuento de cazadores de likes no se incluye a los
que escriben “pallaso” ni hay referencia al Tío Morocuá o al Tío Cambita, ni a
Narices, o a Cepillín.
Sin embargo, los
payasos de afuera que más asustan no necesitan disfraz ni mostrar cuchillos. Basta
con verlos en campaña electoral o mirar sus snapchats después de sus recitales
en Oruro. En la política local también hay uno que últimamente causa más pena
que gracia, cuando lo dejan salir, porque la instrucción presidencial fue clara,
deben cuidarlo.
Si el generoso
imperio chino condona un 0,016 por ciento del crédito que ata a varias
generaciones de bolivianos, merece el Cóndor de los Andes, incluso si los malos
tratos a los trabajadores persisten, matan tigres, o si dejan su basurita
tóxica en el río Ichilo. En la tele está más divertida la pelea entre dos
presentadoras de qué le dijo y no le dijo. Total, ya hay suficientes procesos penales
por discriminación para sumar la sinofobia, que es la fobia a lo chino. Así resulta
más divertido y seguro mostrar payasos asustando gente en el imperio del norte.
Ya llegará
nuestro turno y será cuando los nuevos acreedores, que no se conforman con
likes, se pongan como dragones.
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