La solución para todos los
problemas. Cambiar calendario y, por qué no, olvidar la rueda, pero no del
rodillo. Mucho mejor si descartamos también el papel (de ciertos periódicos) y
damos el salto para poner a prueba la aplicación de teléfono que, uno vaya a
saber cómo, también sustituya los rollos del “higiénico” en el baño.
El primero de los problemas
resueltos es olvidarnos de que con tráfico de influencias hay personas ricas
presas y otras no, igual que con el Fondo Indígena. Lo de los periodistas ya
está resuelto porque en la
vicepresidencia ya se sabe hasta cómo respiran.
Con un calendario a la medida del
proceso de cambio, simpatía del nuevo contralor, también se anularían incómodas
cuentas regresivas, como la fecha del cambio de gobierno, o algunas del pasado.
Con el borrón y cuenta cada quien decidiría la fecha de su nacimiento, que es
lo único que falta por decidir, porque hace rato que el camba nace donde le da
la gana. Eso de parecernos a Suiza, si nos vamos al año 5524, ya estaría
resuelto “cuánto ha”.
Como el orden es precisamente lo
que nos caracteriza, estuvo muy bien que el Presidente critique el calendario
gregoriano por desordenado. Con meses iguales de 28 días, se trabaja menos. Con
13 meses al año, se gana más, y como los tiempos pintan tan promisorios, el
triple aguinaldo sería un hecho.
Valió la pena esperar 150 de los
años desordenados. Apareció el que mostró la solución para todo, incluso desde
la cama.