lunes, 4 de abril de 2016

Sakura y toborochis




Mientras los japoneses disfrutan en estos días del Sakura, que nada tiene que ver con el consumo de pollos en conocidos restaurantes cruceños, sino con el florecimiento de los árboles de cerezo que tiñen avenidas y parques de color rosa, se avecina en Santa Cruz la llegada de la estación  de menos calor, porque solo hay dos al año, anunciada coincidentemente con la floración de los cada vez más escasos toborochis urbanos.
En Japón le sacan el máximo provecho turístico a este regalo de la naturaleza. Aquí los toborochis sobrevivientes, sobre todo en el primer anillo, son el baño “pa’ los borrachos” de los boliches circundantes porque parroquianos y otros urgidos entienden que a estos árboles nativos también se les llama palo borracho y árbol botella debido a que tienen tales fines.
El toborochi es un símbolo cruceño, no por lo borracho ni por la botella, sino porque simboliza la hospitalidad. Lástima que no tengan una celebración especial y que, al contrario, sean eliminados con el pretexto de que ensucian el cemento que bien podría reemplazarlo en el escudo de armas.
Durante el Sakura japonés se acostumbra pasear y hacer picnic a la sombra de los árboles, reflexionar sobre lo efímero de la vida, debido a que la floración es corta. Nuestras costumbres, en estos tiempos, son comentar las astucias de los ministros en el sol que pela, porque sombra casi no hay, y escándalos tenemos de sobra. De verdad que las comparaciones son odiosas.

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