Prestos al rescate, desde no hace
mucho, han aparecido entre las noticias los signos de admiración, también
llamados de exclamación. Parece un intento desesperado, un grito, para lograr
audiencia en la durísima competencia contra los enredos de los ministros en el
culebrón presidencial, cuando no son las jochas del recargado mosquito egipcio,
o el dron en clave de La-drón que mueve a los funcionarios en las funciones
donde menos funcionan.
Estos signos han proliferado como
peste y usados entre las informaciones equivalen a reírse de los chistes
propios. Quizá porque de algo tendrán que reír quienes están siendo matados por
los emoticonos de la indiferencia.
Tanto así, que no sorprendería
hallarlos en las notas sobre la celebración de mañana, Día Internacional de la
Mujer, que dicho sea de paso se celebró el 19 de marzo de 1911 en Alemania,
Austria, Dinamarca y Suiza, es decir en el Día del Padre, por lo menos en estas
latitudes. Porque cualquier asunto da para gritar.
Decía
el periodista uruguayo Carlos Núñez que en las columnas de opinión hay una gran
libertad de escritura gracias a que casi nadie las lee, y como están divididas
en dos categorías, que son estar a favor y estar en contra, desde aquí se
proclama la contra a los signos de admiración en las noticias, entendiendo que
las informaciones, si son buenas, no los necesitan y menos para saber quién se
arregló o terminó con quién. Suficiente con que se griten entre ellos.Fb