Es temporada alta en la calle
Ballivián, que para quienes no la conocen, en Santa Cruz viene a ser como una eterna
pasarela con modelos corrientes. Corrientes porque deben correr para evitar ser
alcanzados o alcanzadas por alguno de los micreros que tienen en esa céntrica
vía una de las rectas de aceleración antes de pasar por los mercados.
Quienes acuden en busca de trajes
de alquiler generalmente son estudiantes, o las mamás, que recién devolvieron
los trajes tenebrosos de Halloween, que en realidad provocaban más miedo en los
padres porque había muy poco traje en los atuendos femeninos. Ahora vuelven
porque en los colegios ya están empezando los bailes de clausura o los juntes
de promociones.
Es una temporada alta que se
prolongará hasta que concluyan todas las yapas carnavaleras, tras las
innumerables fiestas de graduación, desde las del ciclo prebásico hasta la
recién incorporada categoría universitaria, en la que aparentemente es obligatorio
contar con el traje para el baile del caporal.
En suma, la Ballivián, o calle de
la amargura para quienes no se embriagan de carnaval, porque en esa época es un
inmenso baño público, merece más atención municipal en estos meses. Si ya es
patrimonio cultural, podría ser la pasarela popular oficial, sin llegar al
extremo de volverla peatonal porque ocasionaría el pandemónium en el tráfico de
la zona. Apenas se demanda un poco de orden y por contadas semanas, si no es
mucho pedir.