lunes, 29 de junio de 2015

Enrevistas



Más interesantes que las entrevistas han resultado las enrevistas. Del cruce de enredo y entrevista. ¿Por qué no podría inventar también una palabra, si es común en estos tiempos? 

Una enrevista que se precie, sea en radio, en televisión, o en cualquier soporte, porque eso de que el papel lo aguanta todo ya está desfasado, necesita tres ingredientes: 

Primero, una enrevistadora o enrevistador que tome el micrófono como una cachiporra. Que lo use de modo tan contundente que su víctima apenas pueda resollar antes del golpe definitivo.  

Segundo, una enrevistada o enrevistado que reaccione semanas después de la tunda y con todo derecho plantee una demanda legal porque no es nomás que uno se va a dejar vapulear y quedar malparado o malparada.

Tercero, unos debatientes y mejor si son enfermos crónicos de debatitis, la plaga de las redes sociales ya descrita por grandes pensadores que ni viene al caso nombrar porque estos pacientes, capaces de impacientar a cualquiera, jamás leerían un texto corrido para opinar con fundamento. Le echan nomás a lo sin pollera porque con pollera ya sería para discriminación.

Y listo, porque en estos asuntos, los temas de fondo, e incluso los superficiales son lo de menos. Un ejemplo ilustrativo ha sido generosamente dispuesto en los últimos días para beneplácito de los terceros en la receta, y todos contentos, al menos hasta que se supo lo de la venidera ley seca papal, que da para otras tantas enrevistas.

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