Es tan variada la cartelera teatral en Santa
Cruz, en salas donde antes salían bultos, que los fantasmas espantados de la
residencia presidencial en Sucre deberán buscarse otro sitio en plena efeméride
chuquisaqueña. A uno de ellos no le afectará el desalojo, puesto que acaba el
tránsito de la alcaldesa Desirée Bravo y deberá hacerse visible, un rato, al
menos.
Dicen que con los fantasmas criollos es mejor
de a buenas, porque si se emplean los sofisticados dispositivos de la película
gringa alusiva, puede que se enojen y perturben el sueño de Su Excelencia y las
50 personas, o sombras, de su corte.
Calculando la misma velocidad estimada para la
carrera en chinelas en el Cambódromo, o la salida de Enrique Salazar, los desalojados
podrían volar hacia alguna de las obras inconclusas del programa Evo Cumple, o
del Fondo Indígena, u ocupar las cabinas del teleférico de la línea roja que se
paralizará por mantenimiento. Opciones tienen, porque como cuenta el periodista
Pablo Ortiz, el aposento presidencial y las habitaciones contiguas deben estar
despejadas.
Apoyarán militares que dejarán sus delicadas
funciones de supervisores en panaderías y aún así habrá fantasmas tan
escurridizos como chofer de minibús al que se quiere notificar, o miss Santa
Cruz a punto de entregar la corona, pero los Bs 400.000 invertidos para la
comitiva oficial equivalen a una tarifa estándar en hotel de lujo en cualquier
capital del mundo, como Sucre.
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