El santoral recuerda hoy a Tertuliano de Cártago, un filósofo
cristiano de los siglos segundo y tercero, acusado de inspirar a los
inventores de la tertulia, un grandioso invento que reúne a algunos de
sus exponentes distinguidos en zonas como la avenida Monseñor Rivero,
esa que le dicen bulevar en Santa Cruz.
Tertuliano
carga con esa cruz, que bien puede ser estrella, según el opinante,
porque cuentan que argumentaba con paradojas y juegos de palabras, de un
modo que dejaba a sus interlocutores dudando hasta de las ideas
propias.
Hazte de fama y échate en cama, reza el dicho
popular adaptado por Shakira a “recibí mis tres récords Guinness
enmarcados y he decidido relajarme un rato con ellos en el sofá”, pero
Tertuliano no la ha debido pasar bien con su fama en esa época. ¿Quién
querría conversar con él y sentirse ridiculizado?
Mucho
después, fue rescatado y se puso de moda en las florecientes urbes de
la Edad Moderna, donde los círculos de intelectuales discutían sus obras
y a estas reuniones las llamaron tertulias.
Este
diario extraña a su Tertuliador, que desde su espacio fijo, el mojón de
la esquina, nos entretenía e informaba. Ahora están de moda los
conversadores de pantalla y Tertuliano, que viene de tre Tullius,“el que
vale tres veces Tulio”, el gran orador romano, en estos días buscaría
afligido dónde recargar su smartphone para comentar desde el Bailando
por un sueño, o sobre política, que al final viene siendo lo mismo.
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