De casualidad leí un artículo de Bárbara
Samaniego sobre las veinte palabras más bonitas de nuestro idioma. No dice cómo
se hizo la selección, pero la del título es la quinta. Supuestamente significa
encontrar algo inesperado y feliz mientras se busca otra cosa. La RAE aún no la registra, ni como
serendipidad.
Ahora que prohibieron las cámaras de vigilancia
en espacios laborales y la
Policía Boliviana instruyó a sus efectivos que impidan las
grabaciones a uniformados en el ejercicio de sus delicadas funciones; como fornicar
en vehículos en vía pública, prestar el armamento letal para que las amigas
posen “pal feis”, o que los parapolicías del Gacip cumplan sus heroicas labores
de modo simultáneo con terapias antiestrés, como se difundió ampliamente en
estos días, descubrirlos será una casualidad, y casualmente volverán a ser
frecuentes los extravíos en los escritorios de los oficinistas.
La serendipia se aplica a lo positivo, a meter
la mano al bolsillo de un pantalón sucio y encontrar el billete de cien dado
por perdido, no a pasar por la calle de la ex pareja y toparse con ella a la
hora regular, tampoco a ver al comentarista deportivo Toto Arévalo y no al
cantante Fabio Zambrana entre los intérpretes de la canción al mar auspiciada
por el Gobierno, ni que propongan cuadricular el uniforme de la selección de
fútbol. Eso tiene otro nombre, que casualmente puede estar en la lista de las veinte
palabras más feas del diccionario.