La realidad aumentada de Pokemon
Go, aplicación para teléfonos más inteligentes que sus usuarios y que hace
furor en el mundo, quedó chica frente al megarealismo de ciertos acontecimientos
locales y nacionales, aunque para un colegial nada puede ser más aterrador que
volver a clases con frío después de una calurosa vacación.
Los mayores, que insisten en leer
noticias y mirar y escuchar informativos en los que se mezclan tragedias
europeas con ventosidades de una presentadora de tv delatada por su pequeño hijo
y la pelea campal de universitarios por apenas mil millones de presupuesto en
simultáneo con el juramento de la directiva carnavalera, podrían jugar a
atrapar monstruos en las pokebolas porque ya perdieron la capacidad de asombro
y de temor.
Como el otro títere de la
Alcaldía, el de peluche, que se llama Transparentito y ayudará a erradicar la
corrupción, pero no podrá contra la ex ministra llamada Amnesia porque ya es la
denunciante del Fondo Indígena y para denunciarla se necesitan otro tipo de
bolas, y más persistencia que la del opositor apodado El Bolas.
Así, entre chiste y chiste y en plena
efeméride paceña, el presidente anunció que pediría el cambio de nombre a la
Cancha Zapata porque le traía malos recuerdos y pesadillas que ni con las
estatuas a sus papis en un supermercado punateño podía olvidar. Pokemon Go tendría
que aumentar su realidad para lograr algún éxito en Bolivia.