Ese fulano que está arriesgando
parte de su patrimonio económico, lo poco que le queda del buen nombre y de la
vergüenza, que hizo los amarres previos y firmó los papeles para salir en la tele,
ha hecho méritos suficientes como para ser rector de la universidad pública.
Merece el cargo, vivir bajo el
manto de la sospecha, para hacer los cambios que no modifican la estructura con
la que puede proclamar autonomía y de modo simultáneo esperar que se deposite
puntualmente el dinero estatal en las cuentas autónomas que el Ilustre Consejo
Universitario finge controlar y siempre las muestra insuficientes, porque de lo
académico para qué hablar.
Cómo no va a dar para rector si pagó
su derecho de piso trabajando gratis tantos años, alzando en hombros y quizá
amarrando los cordones como se estila en otras instituciones públicas para
hacer la carrera académica esperada, participando en mitines y en reuniones reservadas
para ascender en el escalafón, sin importar si para ello deja sin clase a más
de cien estudiantes acomodados en pupitres y en pasillos aledaños del aula.
Colóquenle de una vez la banda en
el pecho, que jure cumplir y hacer cumplir aquello que recitan de memoria,
total, eso de aparecer en algún ranking universitario internacional es para
mentes estrechas que siguen creyendo que esto es para estudiar. Así se acaba la
bulla y la amenaza de que nos asusten porque el desmadre se hace grande. Da para
rector, es el indicado. Quién lo duda.