Por ordinario que suene, en el
sentido de nada que sea de otro mundo, voy a proponer un brindis con
trancapecho, por Cochabamba, epicentro culinario nacional que hoy celebra su
efeméride departamental, porque mientras menos trago mejor para todos.
El apelativo, que de tan poco
elegante podría competir cerradamente con la palabra sobaco, compensa su
fealdad, como casi todo en la vida, con su exquisito sabor, reconocido incluso
por afamados críticos gastronómicos, como el estadounidense Robert Sietsema a
quien no se le ocurrió mejor manera de graficar su experiencia que decir “es de
esas comidas que provocan exclamaciones como ¡ohh! y ¡ahh!”.
Un paladar tan fino como el de
este gringo amigo supo reconocer el valor nutritivo de este sándwich “relleno
con una chuleta de res empanado, huevo frito, cebolla morada picada, tomates
maduros, y la remolacha en dados que dejan pequeños riachuelos de colores
violentos sobre el huevo frito con una capa de arroz como una especie de
mayonesa granular”, que descrito así da para imaginárselo en mesa de cinco
tenedores y no en el popular puesto callejero.
Salud pues, y que el destranque
no sea pretexto para abusar de las bebidas fermentadas. Felicidades a los
cochalas que tienen tanto para ofrecer y alegrar. ¿O acaso masticando a todo
carrillo un trancapecho no nos olvidamos momentáneamente de la choca que robaba
con una patrulla policial, o de otras novedades que podrían hacer perder el
apetito?