Entre las tantas versiones sobre el origen de la expresión “hacerse el sueco” me quedo con aquella que viene de los marineros suecos que atracaban en puertos de España y aprovechaban su desconocimiento de la lengua para entender solamente lo que les interesaba. Hacerse el desentendido según conveniencia.
Las costumbres de los países
nórdicos nos resultan extrañas. Por ejemplo, el 27 de julio es el Día del
dormilón (Unikeonpäivä). Como tienen tantos lagos, el ritual antiquísimo consiste
en lanzar al agua al que hoy despierta último en casa. Una tradición para
castigar la flojera y ni cómo hacerse el desentendido.
En estos países todo funciona al
revés, porque los ministros de Estado van al trabajo en bici y se crean zonas
libres de Internet para escapar forzosamente del Whatsapp, del Facebook y los
mails. Están mal porque no se dan cuenta de que mientras más tiempo (durmiendo)
en la cama, mejor, y que los funcionarios movilizados en caravanas de vehículos
se ven muy pintudos y tener WiFi en todas partes es una gran cosa para hacernos
los suecos mientras los potosinos quedan afónicos o suben los impuestos, por
mucho que haya venido el papa, y nos haya reflexionado tanto.
Recién publicaron un estudio
sobre los problemas que causa en la columna el uso intensivo de los celulares,
pero como cuando entre misses se toca el tema Trump, por costumbre muchos ya
tenían inclinada la cervical antes de que se la achaquen al Whatsapp.
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