lunes, 23 de enero de 2017

Cosas peores





Unas modelos disimulando arneses, otras lidiando con los tocados entre cables de acero, las de más allá tratando de seguir el ritmo del artista en escena, unas con mucho traje, otras con casi nada, unos cómicos tropezando con nombres y anunciando llantas en plena coreografía con primeros planos, la voz en off notoriamente leyendo unas composiciones estrambóticas ante unos dominantes toborochis navideños, hasta que finalmente en el trasnoche, salen unas reinas opacadas por el empacho que provocó semejante mejunje, justo tras Moisés y Los Diez Mandamientos.

Es lo que provoca meter todo en la olla, con la idea de quedar bien con todos, para conseguir más descontentos, no entre los eternos enemigos del Carnaval que ni querían Cambódromo y ahora dicen que allá tendrían que hacerse todos los espectáculos, sino entre quienes luchan por darle identidad a una fiesta en proceso de transformación.
Y aunque se han visto peores precarnavaleras, como la noticia del poste “que posó” junto a Malia Obama en la terminal de buses, o la interpelación fallida a la ministra que se fue al agua, o los aportantes que deberían estar muy agradecidos por prestar plata al otrora altivo sector agropecuario, parece nomás que de tanto frotar se salió el barniz, aunque siempre hay cosas peores, si sirve de consuelo, porque el brillo y plumaje son convenientes para distraernos de aquellos que esperan prolongar su carnaval más allá de lo ya decidido.
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