jueves, 20 de agosto de 2009

Borrachitos estaban, me acuerdo

Modificando ligeramente el título de una de las obras más conocidas de un alcohólico nada anónimo, Víctor Hugo Viscarra, brillante autor de Borracho estaba, pero me acuerdo, es más fácil buscar semejanzas entre dos hechos recientes, muy polémicos y que casualmente fueron protagonizados por ciudadanos bajo el efecto de bebidas espirituosas en Quillacollo, Bolivia y en La Habana, Cuba.

Parecidos porque ambos son injustos problemas con la justicia. ¿Cómo es eso? Dos señores tienen cargos penales y están presos porque supuestamente representan un gran peligro. Uno por golpear un Evomóvil y amenazar contra la integridad del Presidente; el otro por decir que falta comida y poner en riesgo un régimen, el cubano. Uno más.

No se sabe si estos dos personajes estarán contentos con que se los empareje. Quizá tengan mucho menos en común de lo que se supone, pero ninguno podrá negar que acaparan la atención y que, sin proponérselo, están siendo llevados hacia uno y otro extremo de la polarización política, tanto en este país mediterráneo como en la isla.
Lo que se debe recordar es que los dos estaban con tragos encima, lo cual es una atenuante porque no estaban conduciendo. Sin embargo, los borrachitos, por cantar unas verdades como suele ocurrir –se dice que borrachos y niños no mienten- ahora miran el sol a cuadritos.

¿Qué es lo que se ha visto en la televisión y por Internet de estos hechos? Simplemente aquello que no quieren ver los sobrios. Descontento. Necesidad de hacerse escuchar, de aspirar a que desde las alturas del poder se eche una mirada hacia el llano.

¿Qué amenaza puede representar para el Presidente unos golpecitos en el vehículo? Los castigados deberían ser quienes no calcularon la incursión de ese boliviano y cobran sueldo por ello. El segundo caso tiene más vueltas. Un cubano, al que por cierto le cambiaron el nombre, se metió en medio de un reportaje televisado sobre música contemporánea y dijo que lo que el pueblo necesitaba era comida, que lo que había en Cuba era tremenda hambre. Días después se lo vio en la televisión, sobrio, retractándose de lo que había dicho. Ahí no acabó todo. A las horas nuevamente, en otro sitio y más borracho que la primera vez, insistía con el tema de la falta de comida en la isla. Ahora enfrenta, dizqué, dos años de prisión.

Si sobra trago y falta comida, o si los opositores no pierden ocasión para desprestigiar a los gobiernos, no interesa en este momento. Lo que no se puede olvidar es que hay dos hombres que están siendo severamente castigados. Si los que beben, aquí o en Cuba, lo hacen para olvidar, que no se olviden de ellos. Y los que se precian de sobrios, menos. Por justicia.