Es simple
casualidad que la red televisiva que explota el Na que ver sea la misma que botó sin paga a sus periodistas más
sacrificados. Por lo (no) visto, aquello de investigar temas, descubrir en qué
se invierte el dinero público o cómo se piensa el porvenir es aburrido y poco
conveniente.
Lo que rinde,
lo que deja contento al jefe es colgarse de lo divertido en redes sociales,
como lo que hacen y dicen las personas en estado de ebriedad. Esas vainas del
derecho a la intimidad, el respeto de la imagen, son para otra gente. No basta
la edición malintencionada, se compone una cosa que hasta le llaman canción
para banalizar la violencia y quizá soñar un Nobel por ello.
De la
farandulización, si acaso existiera esa palabra, se pasó a la viralización,
otro sopapo para el idioma y para el periodismo, convertido en reportería del
chisme y del escándalo callejero.
Burla y
reiteración. Abuso de poder, de poder hacer cualquier cosa para armar un
informativo. Claro que solazarse en la desventura de los más pobres no debería
sorprender si se pudo ignorar a los propios ex colegas en desgracia.
Ya quisiéramos
ver un poquito de esa irreverencia contra los poderosos, ese seguimiento
obstinado para escarbar y ayudar a entender qué pasa con las autoridades, con
la justicia y con los temas que de tan podridos es mejor tenerlos escondidos.
Nada que ver con el periodismo. ¡Cómo rogarán estos mercaderes para que no
demore el próximo viral salvador!