viernes, 3 de julio de 2009

¿Golpe en Honduras, cuál golpe?


(Relativizar sirve si es para despolarizar)

Osman Patzzi

El conflicto en Honduras, ese que amenaza con hundir para siempre la relativa calma que se respiraba en Centroamérica tras los sangrientos años 80, pudo haber sido originado por lo que quiera llamarse, no interesa en el fondo. Es que nada puede valer más que la vida. Si algunos ofrendan su existencia por un ideal supremo es otro cantar, pero aquí hablamos de la que vulgarmente se conoce como carne de cañón, la de los seres que van en primera línea armados con el coraje que ya quisieran tener quienes los mandan al frente de batalla.
Así estaba pensando cuando llegué a la conclusión de que en el fondo puede ser bueno el relativismo en las posturas asumidas por la gran prensa internacional y sus analistas después del impacto del golpe de estado en Tegucigalpa, la madrugada del domingo 28 de junio, porque eso ocurrió y no lo que eufemísticamente se ha venido a llamar como “transición política obligada por las circunstancias”.
Bueno en el fondo porque, al final de cuentas, un nuevo baño de sangre en Honduras o en cualquier otro país sólo puede ser deseado en mentes enfermas, que las hay.
Relativizando el hecho, que ya es mucho pedir, al menos se baja el tono verbal, un primer paso para reflexionar porque cuando los frentes están polarizados no existe posibilidad de encontrar una paz que no sea la de los cementerios. Que sólo hay paz cuando hay justicia, no se discute, pero cuando nos empeñamos en anular toda posibilidad de ver una nueva perspectiva, la única salida será el enfrentamiento. De ese modo, los caudillos están en su salsa porque afloran nacionalismos, buscan aliados, endurecen posiciones y hablan de traiciones y de códigos de honor de cumplimiento optativo para ellos, pero obligatorios para las bases.
Los hondureños, nuestros hermanos de desventuras, son más maduros de lo que suponemos porque hasta no hace mucho han vivido en carne propia la desgracia de la guerra civil. Sus sobrevivientes y los desplazados saben perfectamente que el de la violencia es un viaje sin retorno. Por eso, dejémoslos que resuelvan su crisis, su vida, y definan a quién quieren como presidente. Los políticos del hemisferio, calculadores como son, ya han tomado decisiones de acuerdo a sus intereses. Sabemos que a veces ese interés es la sangre, ajena por supuesto, que siempre saben capitalizar a su favor.
En definitiva, en Honduras hubo golpe, sí. Un golpe que nos avergüenza, pero que no es más que un llamado de atención para todos, porque quienes tratan de justificarlo y los que buscan la salida violenta para revertirlo nos están golpeando más fuerte todavía. Están machacando tanto, que esperan aturdirnos para que no podamos ver el verdadero riesgo, el de la explosión incontrolada por quién sabe cuántos años y no sólo en Centroamérica. Frente a eso, ¿qué importancia tiene cómo llamen a la mecha encendida si ya no la podrán apagar? O dicho en difícil: Relativizar sirve si es para despolarizar.